Las audiencias “amicus curiae”
que se llevaron a cabo los días miércoles y jueves pasados en la Corte Suprema
por la causa judicial “Grupo Clarín vs Estado Nacional” sin dudas han sido
históricas para la justicia argentina. No obsta a esa clasificación el hecho de
que el máximo tribunal haya utilizado dicho remedio procesal en otras causas
significativas como “Halabí” y “Mendoza (contaminación del Riachuelo)” entre
otros. Nadie pudo dejar de considerar
que las mismas eran una estrategia de la Corte para patear la decisión de la
causa hasta después de las elecciones, y que no tenía ningún sentido cumplir
con esta formalidad. Anticipo que estuvimos todos equivocados, porque el que
verdaderamente estuvo preparado para la ocasión fue el presidente del tribunal,
quien no solamente formuló muy buenas preguntas sino que evitó en todo momento
que se vayan por las ramas, o versen.
He tenido la suerte la suerte de
ser testigo imparcial de estas audiencias, y me gustaría dejar algunos
comentarios sobre las impresiones personales sobre las mismas.
El día miércoles expusieron cinco
amigos propuestos por cada parte durante quince minutos cada uno, para luego
pasar a exponer los llamados amigos independientes. No me resulta claro como se
permitió tanto a la Procuradora General como a la Defensora del Público exponer
como amicus, cuando de la Acordada de la CSJN que regulaba estas audiencias
claramente se establecía que estaba prohibido exponer como amicus a aquellos
que integrasen alguno de los poderes del Estado.
La actitud adoptada por todos los
amicus propuestos por cada parte en dar una visión claramente identificada con
la de la parte que los propuso, me parece que les han quitado seriedad, y no
van a ser muy tenidas en cuenta por el tribunal. Si tuviera que elegir alguna
de las exposiciones me quedo con la de Victor Abramovich, propuesto por el
Estado.
Si las posiciones de los amicus
de parte fueron tendenciosas, mucho más sesgadas fueron las de las supuestas
voces independientes, salvando la excepción del Dr. Juan V. Solá (Centro de
Estudios en Derecho y Economía UBA).
Para el jueves habían quedado los
alegatos de las partes, y concurrí sin recordar que se había implementado un
mecanismo de preguntas por parte del tribunal a las partes. Ante lo cual
segundo día fue mucho más interesante que el primero. He descubierto que los
abogados argentinos no tenemos la mínima noción de cómo actuar frente a un
tribunal para alegar en forma verbal, y mucho menos si tenés al presidente de
la Corte Suprema atento y metido en el partido, preguntando y repreguntando y
exigiendo. Sentí que la actitud de las partes fue como de una extrema
confrontación, hablaban enojados y tensos, no se comunicaban con el tribunal,
no trataban de explicar frente a los interrogantes planteados. La que mejor interpretó
el juego, fue la menos esperada, fue la Dra. Graciana Peñafort por parte del
Estado Nacional, jugó tranquila y fue la más clara, pese a que no coincida con
la veracidad de muchas de sus afirmaciones.
Pensé que el Grupo Clarín iba a
estar mucho más sólido sin tantos titubeos y contradicciones, y con ideas acordes
con una estrategia preconcebida. Al menos al principio, sentí que los abogados
del Grupo querían irse porque se estaban comiendo una paliza de Lorenzetti.
Para tener una idea, era lo más parecido a un examen final oral de la facultad.
Hubo destellos interesantes de Alejandro Carrió y de Gelli, de los cuales
esperaba más pero sin duda estuvieron a la altura de las circunstancias en una
instancia sumamente difícil.
Todo lo bueno que logró la
doctora Peñafort se vió opacado con el alegato final de Sabbatella con un
discurso de barricada con claro tinte de política oficialista, que lo único que
vino a hacer es arruinar y embarrar el loable trabajo realizado por la referida
profesional defendiendo la posición del Estado ¿¿¿¿o del gobierno???. A veces
se confunden.
Sin embargo, casi todos los que
estuvimos presentes en estas audiencias, nos fuimos convencidos que el verdadero
ganador fue la Corte Suprema, a través de su presidente, por haber exigido a
las partes por igual con preguntas sumamente incisivas y preparadas, y por
haber difundido por Internet en vivo las referidas audiencias, y aggiornando el
formalismo judicial. Sin lugar a dudas que si el ganador fue la Corte Suprema,
también lo fue la institucionalidad de la Nación.
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